El país del morbo
Siempre he pensado que ser chileno implica un gran componente de morbo. Acá importa más saber del otro que de uno mismo. Pero jamás me imaginaría que el suicidio desatara una sed espantosa de ver como quedó el cuerpo.
Iba en metro conectada a mi cd player, como siempre. Todo era normal, gente que trataba de entrar al carro a pesar de que ya no caía un alfiler y el calor empezaba a apoderarse del túnel.
Los Héroes, combino desde la línea 2 a la 1 con dirección a Escuela Militar. Me subí al otro tren. Llegando a La Moneda se detuvo despacio, como si se hubiera cortado la energía. Se apagaron las luces.
Pasaban los minutos. La gente abría las ventanas, algunos se sentaban en el suelo y el conductor no pronunciaba un “Señores pasajeros, estaremos detenidos más de lo normal”. Nada. Decidí sacarme los audífonos, mientras noté que un funcionario de Investigaciones bajaba corriendo por las escaleras del andén vecino y se agachó a mirar debajo del tren.
Alguien se había suicidado. La gente empezó a murmurar, a tratar de mirar si había sangre o algún resto del cuerpo. Al parecer sólo yo reflexionaba que los pasajeros también habíamos pasado por encima de esa persona que tomó una difícil decisión. Seguíamos encerrados en el tren tipo boa hasta que finalmente alguien pronunció “Señores pasajeros, por motivos de fuerza mayor les rogamos abandonar el tren por las puertas de adelante. Gracias”.
Yo iba en el último carro, lo que me permitió observar un fenómeno del que siempre me había cuestionado ¿qué pasa cuando alguien se tira al metro?, pero lo que más me llamó la atención fue la reacción de la gente.
Mientras, por alto parlante se escuchaba de nuevo que debíamos abandonar la estación lo más rápido posible. La gente parecía no escuchar instrucciones y una gran masa se apoderó de las escaleras sin avanzar. Algunos se devolvían al andén para agacharse a mirar. Era como el Circo Romano, como si la tarifa de la “hora alta” les garantizara el hecho de poder mirar el cuerpo, o lo que quedó del sujeto.
¿Es válido este deseo de querer verlo todo, saberlo todo? Antes pensaba que sí. Me moría de ganas de que alguien se tirara alguna vez al metro en el que viajaba para saber qué pasaba, para ver parte del cuerpo. Mi lado gore me despertaba dudas del tipo ¿cómo muere alguien que se arroja al metro? ¿electrocutado? ¿atropellado?. Incógnitas que no resolví aquella mañana, de la cual sólo puedo destacar la logística desplegada por la empresa Metro S.A., en quince minutos aquí no ha pasado nada.Luego del tumulto logré salir de la estación, donde me dieron un boleto especial “por evacuación”, que podía ocuparlo en cualquier momento. Salí hacia Alameda y me dio rabia la frialdad de la gente, lo superficial que se toma un tema tan delicado como el suicidio. Es raro, pero me afectó haber participado indirectamente en esa muerte.
3 Comments:
No conozco a nadie que se dedique a escribir mientras está de vacaciones... bueno, tu no más.
re-bueno el post. ¿Cuando te metes al mio?
Yo quiero que me pase eso...
o sea, no tirarme, pero estar un día que pase :/
Saludos
Hola Gilda, soy yo, Pendejín, haciéndome presente después de tan largo intervalo. Estuve leyendo un poco tu famoso blog que apela a la inteligencia...y debo decirte que de lo que he leído, lo encuentro excelente. Qué frases, que redacción!, para algo que te haya servido haber estado 5 años en esa famosa escuelita de periodismo de mala muerte. Con respecto a este comentario, qué buena foto para el tema, qué chocante y grotesco. Qué buenos comentarios con respecto a la morbosidad de la gente. Cae la curiosidad de que yo NO quiero que eso me pase. De todas maneras que es Chile el país del morbo...Con respecto a los comentarios sobre la Nariz-de-Pinocho, lo dsifruté a sobremanera, al nivel de esbozar una pequeña carcajada en mi boca, como buen morboso chileno.
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