Metro de Santiago, el mal menor
19:10 horas. Estación Los Leones. Mi acompañante pregunta “¿Esperamos el cambio de tarifa?”, “Ok”. Fuimos a dar una vuelta por el Paseo Las Palmas mientras el tiempo corría y eso implicaba ahorrarse algunos pesos que nunca están demás cuando la cesantía ataca tu presupuesto.
19:30 horas. Estación Los Leones: caos absoluto. Más parecía una sucursal del Banco Estado a las 13:55 horas que el Metro. De hecho, hasta ir al banco es más organizado que tratar de comprar un boleto, cargar la multivía o pasar por el torniquete. Faltaba la voz en off del locutor del Club Hípico que anunciara “Preparados, listos, fuera!”, pero aunque nos comportemos como animales en momentos como ése, la voz del Metro nos anunciaba parsimónicamente “Señores pasajeros, a partir de este momento comienza el horario unitario rebajado”. Todos se amontonan para pasar primero. ¿Cuál es el apuro?. Estoy segura de que, a lo menos, el 90% de los que estábamos allí habíamos hecho hora para pagar menos.
Inocentemente, me abrí paso entre la multitud de empujones y viejas que se me colaron me acerqué al torniquete y al acercar la tarjeta un desagradable pitido anunció “saldo insuficiente”. Plop. Al darme vuelta miré para todos lados y sólo veía mucha gente. Dolor de cabeza. Hambre. Busqué en el caos a los vendedores de boletos que están fuera de la boletería para “evitar” este tipo de atochamientos. Nada. Filas para todos lados. Le pregunté a alguien si en esa fila podía cargar mi tarjeta. Yo creo. Mala respuesta. Esperar. Tratar de mantener la paciencia. Cuando ya faltaban sólo 3 personas para mi turno veo el cartel “¿solo venta de boletos?” Pf.
19:40 horas. Estación Los Leones, andén con dirección a San Pablo. Se detiene el Metro absolutamente repleto. Nadie se baja ni se mueve. Siguiente por favor. Se repite la escena tres veces hasta que se baja una persona que permite que subamos 5. 20:00 horas. Estación Los Héroes, combinación con línea 2. Bajo, aprovecho de respirar un poco y camino hacia el andén siguiente. Llega mi último metro del día. “Señor pasajero, deje bajar antes de subir”. Mientras espero que desciendan los pasajeros, recibo un fuerte empujón. Ya estoy adentro. ¿Les suena conocido?.
19:10 horas. Estación Los Leones. Mi acompañante pregunta “¿Esperamos el cambio de tarifa?”, “Ok”. Fuimos a dar una vuelta por el Paseo Las Palmas mientras el tiempo corría y eso implicaba ahorrarse algunos pesos que nunca están demás cuando la cesantía ataca tu presupuesto.
19:30 horas. Estación Los Leones: caos absoluto. Más parecía una sucursal del Banco Estado a las 13:55 horas que el Metro. De hecho, hasta ir al banco es más organizado que tratar de comprar un boleto, cargar la multivía o pasar por el torniquete. Faltaba la voz en off del locutor del Club Hípico que anunciara “Preparados, listos, fuera!”, pero aunque nos comportemos como animales en momentos como ése, la voz del Metro nos anunciaba parsimónicamente “Señores pasajeros, a partir de este momento comienza el horario unitario rebajado”. Todos se amontonan para pasar primero. ¿Cuál es el apuro?. Estoy segura de que, a lo menos, el 90% de los que estábamos allí habíamos hecho hora para pagar menos.
Inocentemente, me abrí paso entre la multitud de empujones y viejas que se me colaron me acerqué al torniquete y al acercar la tarjeta un desagradable pitido anunció “saldo insuficiente”. Plop. Al darme vuelta miré para todos lados y sólo veía mucha gente. Dolor de cabeza. Hambre. Busqué en el caos a los vendedores de boletos que están fuera de la boletería para “evitar” este tipo de atochamientos. Nada. Filas para todos lados. Le pregunté a alguien si en esa fila podía cargar mi tarjeta. Yo creo. Mala respuesta. Esperar. Tratar de mantener la paciencia. Cuando ya faltaban sólo 3 personas para mi turno veo el cartel “¿solo venta de boletos?” Pf.
19:40 horas. Estación Los Leones, andén con dirección a San Pablo. Se detiene el Metro absolutamente repleto. Nadie se baja ni se mueve. Siguiente por favor. Se repite la escena tres veces hasta que se baja una persona que permite que subamos 5. 20:00 horas. Estación Los Héroes, combinación con línea 2. Bajo, aprovecho de respirar un poco y camino hacia el andén siguiente. Llega mi último metro del día. “Señor pasajero, deje bajar antes de subir”. Mientras espero que desciendan los pasajeros, recibo un fuerte empujón. Ya estoy adentro. ¿Les suena conocido?.
11 Comments:
diablos
y yo creo que lo paso mal en el taco de 5 minutos a la salida de mi casa.
suerte en los prox viajes
Si el metro es malo, te encargo la micro
quiero andar en bicicleta y vivir cerca de todo
ese es el fin de todo
slds
Waaaaaa!!! Nunca he estado en un caos así en el metro... como mis visitas a la capital son los finde... una vez cada año, más o menos....
Necesitaremos empujadores oficiales, como en japón??
Chau. Saludos
Sí, sí...he estado en esas!!! Esperando que pase un metro con algo de espacio, entrando impulsada por algo y saliendo del vagón de la misma forma. Y conste que he estado en las mismas por antes del cambio de horario.
Todo eso me parece muy conocido...
escena ultra repetida y archiconocida.
Es atroz. Y lo que no me explico es la poca frecuencia que hay entre tren y tren habiendo tanta demanda.
Acerca de su comentario en mi blog. Lo de Simonetti es tan platónico en todo los sentidos, que creo que es un poco indiscreto referirme a él, así "a los cuatro vientos".
Lo único que puedo decirle es que estoy encantado, con el taller y con quién lo dicta.
Cariños
C.
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Transantiago es la ¿solucion?
...me meti en un vagon del metro y no he podido salir de aquí....
Saludos
Tuve un deja vu. Deseo que las micros amarillas vuelvan, queinauguren la linea 7 (Irrarázaval-Valpo) y aprender a andar en bicicleta. ya estoy muy viejo para aprender.
Yo soy tan huaso y provinciano que me gustan esas aglomeraciones y empujones.
Excellent, love it! » » »
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