Pen drive
Cuando uno enfrenta esos períodos de ocio extremo, esos cuando uno se levanta y queda desocupado una reacción común puede resultar la ocurrencia “voy a aprovechar de ordenar”. Closet, cajonera, librero, escritorio, todo aquello que se nos cruce por delante sufrirá el ataque del huracán ocio.
A veces, cuando uno se encuentra en esta difícil labor y, digámoslo, con la cagada en su respectivo dormitorio, empiezan a aparecer cosas que hacen recordar. Fotografías, papelitos con números telefónicos, tarjetas de cumpleaños, dedicatorias, regalos que te cargaron en su momento y por ello los escondiste cual tesoro maldito. Eso hace recordar, o por lo menos intentarlo. A veces uno logra aplicar la técnica flash back y revives el momento, recuerdas a gente que conociste y de la cuál nunca más supiste nada. Esos amigos de carrete, que eran buena onda, pero sólo para carretar. Imposible ubicarlos de día, solamente podrías intentarlo con la parte de sus facciones que recuerdas haber visto en la penumbra. Tal vez te has cruzado con ellos en la calle, pero como ahora usas anteojos y tu look encontró la identidad propia reconocerte no es tan fácil.
También puede suceder que encuentres cosas que no recuerdes de dónde salieron, ni cómo llegaron a tus manos. Libros, discos caen dentro de esta categoría, fotos de gente que ni siquiera sabes quiénes son. Es que uno se topa con mucha gente en “la vida social” y son pocos los que se mantienen. De esos es gratificante encontrar tarjetas de cumpleaños de cinco o diez años atrás. Esos amigos con lo que te has regalado de todo y siempre es un desafío pensar “qué le compraré este año para su cumple?”. Esos que han crecido contigo, que han sido tu paño de lágrimas y siempre están dispuestos a escuchar algún rollo existencial, o simplemente a tomarse un café para pelar el cable un rato. Lo que me motivó a escribir esto fue cuando estaba terminando de ordenar y tenía muchas cosas de origen desconocido. Me sentí como la encargada de una oficia de artículos extraviados. ¿Qué hacer con ellos? Al principio pensé en quedarme con las cosas, pero ¿para qué?. Los recuerdos que no pasan a formar parte de tu memoria interna es por algo, son como para el pen drive, para guardarlos por el momento y vaciarlos cuando ya se transforman en inútiles, y como nadie los reclamó es porque si en su época tuvieron importancia, ahora son instantes perdidos en un abismo de momentos importantes.
Cuando uno enfrenta esos períodos de ocio extremo, esos cuando uno se levanta y queda desocupado una reacción común puede resultar la ocurrencia “voy a aprovechar de ordenar”. Closet, cajonera, librero, escritorio, todo aquello que se nos cruce por delante sufrirá el ataque del huracán ocio.
A veces, cuando uno se encuentra en esta difícil labor y, digámoslo, con la cagada en su respectivo dormitorio, empiezan a aparecer cosas que hacen recordar. Fotografías, papelitos con números telefónicos, tarjetas de cumpleaños, dedicatorias, regalos que te cargaron en su momento y por ello los escondiste cual tesoro maldito. Eso hace recordar, o por lo menos intentarlo. A veces uno logra aplicar la técnica flash back y revives el momento, recuerdas a gente que conociste y de la cuál nunca más supiste nada. Esos amigos de carrete, que eran buena onda, pero sólo para carretar. Imposible ubicarlos de día, solamente podrías intentarlo con la parte de sus facciones que recuerdas haber visto en la penumbra. Tal vez te has cruzado con ellos en la calle, pero como ahora usas anteojos y tu look encontró la identidad propia reconocerte no es tan fácil.
También puede suceder que encuentres cosas que no recuerdes de dónde salieron, ni cómo llegaron a tus manos. Libros, discos caen dentro de esta categoría, fotos de gente que ni siquiera sabes quiénes son. Es que uno se topa con mucha gente en “la vida social” y son pocos los que se mantienen. De esos es gratificante encontrar tarjetas de cumpleaños de cinco o diez años atrás. Esos amigos con lo que te has regalado de todo y siempre es un desafío pensar “qué le compraré este año para su cumple?”. Esos que han crecido contigo, que han sido tu paño de lágrimas y siempre están dispuestos a escuchar algún rollo existencial, o simplemente a tomarse un café para pelar el cable un rato. Lo que me motivó a escribir esto fue cuando estaba terminando de ordenar y tenía muchas cosas de origen desconocido. Me sentí como la encargada de una oficia de artículos extraviados. ¿Qué hacer con ellos? Al principio pensé en quedarme con las cosas, pero ¿para qué?. Los recuerdos que no pasan a formar parte de tu memoria interna es por algo, son como para el pen drive, para guardarlos por el momento y vaciarlos cuando ya se transforman en inútiles, y como nadie los reclamó es porque si en su época tuvieron importancia, ahora son instantes perdidos en un abismo de momentos importantes.
1 Comments:
Acabo de dejar en orden mi pieza JAJA
Saludos
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