HUMAN NATURE

Monday, May 29, 2006

Eterna Agonía
La muerte de la Zona de Contacto ha sido dilatada en demasía, pudiendo haber desaparecido dignamente antes de convertirse en un par de páginas donadas por Wikén y que ahora terminó siendo un blog. El otrora suplemento marcó el nacimiento de una generación de literatos que Carlos Labbé –compilador de narrativa joven- define como “la primera que había crecido en la cultura pop”.
Y curiosamente, en su peor momento (porque ha tenido muchos malos, como el actual) firmó su sentencia irrevocable de forma cíclica, porque la Zona partió como las dos últimas páginas del Wikén en 1991. Tiempo después, cuando Felipe Bianchi (sí, el periodista deportivo) era su editor se independizó dando luz a un formato nuevo, de 8 páginas.
Tanto fue el éxito del suplemento que salieron al mercado las compilaciones “Cuentos con Walkman” (1993) y “Disco Duro” (1997), además de un compendio doble con lo mejor de las columnas de “Anita Santelices” y “La Vida según Benito” escritas por María José Viera-Gallo y Hernán Rodríguez Matte, respectivamente, que en su mayoría tuvieron buena recepción del público traducida en ventas.
En el prólogo de “Disco Duro”, los editores Alfredo Sepúlveda y Ernesto Ayala se refieren a la razón de ser de la Zona “Los que aquí trabajamos pensamos que el periodismo no tiene por qué tener una ‘misión profunda’, salvo la vieja búsqueda por descubrir alguna buena historia. No estamos acá para dictar cátedra, ni para ayudar a que el rock chileno prospere, ni para elevar el nivel cultural de la juventud, ni para conseguir que Chile clasifique en el mundial de Francia ’98, ni para que seamos más o menos religiosos, ni para detener los ensayos nucleares franceses en el atolón de Mururoa ni en China”.
Pero si alguna vez la tríada Vodka-Vitacura-Vitara eran las claves para ser publicado, poco a poco se fue desdibujando el sello del suplemento y las páginas comenzaron a desaparecer. “Memorias de un Pingüino”, gran columna de Nicolás López sobre sus desventuras escolares trataba de mantener una de sus principales premisas. Nuevamente recurro al prólogo de “Disco Duro”, donde los editores resumen “Desde su primer número la Zona ha sido escrita por aquellos que la leen”. Creció la gente que nació en los medios a partir de ella y los lectores también crecimos. Algunos queriendo escribir allí, otros simplemente leyéndola sin sentirse plenamente identificados con ella, sino que tomándola como el medio de expresión de gente joven que tenía la opción de contar lo que pensaba sobre determinados temas. Pero se estancó y fue empezando a decaer progresivamente.

Siempre se ha hablado de la Zona como un “semillero” del cual salieron personajes como Alberto Fuguet, Iván Valenzuela, Carolina Delpiano, Felipe Bianchi, Alfredo Lewin, Sergio Lagos, José Miguel Villouta, María José Viera-Gallo, Gabriel Polgatti, Hernán Rodríguez Matte, Ernesto Ayala, Gonzalo Maza, y Nicolás López, entre otros que saltaron después a varios soportes comunicacionales.
Pero este fenómeno puede responder a factores externos más que a la calidad del suplemento, porque hubo otros como Subte (La Tercera), que era un poco más transversal y que pasó sin pena ni gloria con algunas ediciones y desapareció sin mayores explicaciones.
Uno de los factores que sin duda ayudó fue la aparición de la Rock & Pop en sus tres formatos: radio, revista y canal de TV sin los cuales tal vez estas figuras no habrían tenido cabida en otros medios de comunicación, que también obedece a un buen pasar económico que tuvo el país donde se dio la posibilidad de tener un canal de televisión orientado hacia los jóvenes. Demasiado perfecto para funcionar en una economía de mercado como la nuestra.
Lo cierto es que Alberto Fuguet fue nuestra especie de “elegido” para crear un grupo de gente a su imagen y semejanza, tan bíblico como Dios. Los hechos lo demuestran 15 años después con la aparición de novelas como “Barrio Alto”, de Hernán Rodríguez Matte y “Verano Robado”, el debut de María José Viera-Gallo donde resuena la influencia de “Mala Onda”, pero suena más fuerte “Menos que Cero”, de Bret Easton Ellis, el gran mentor del escritor ahora cineasta. Aunque nunca ha logrado dar con ese nivel de perversión sin culpa y siempre termine siendo tan políticamente correcto (después de la perversión) como Douglas Coupland y su “generación X”.
Algo curioso puede ser que el gestor de la aparición de este suplemento fue Iván Valenzuela y que Fuguet llegó allí cuando la Zona había dejado de ser un proyecto y ya era independiente, pero siempre que se habla de ella se le relaciona inmediatamente con Fuguet. Malas pasadas de la memoria colectiva.
¿Cómo olvidar jugadas polémicas y graciosas como el artículo escrito por Claudia Aldana el 2001 donde contaba los pormenores de su estadía en Disney World mientras trabajaba vendiendo souvenirs y que destapó los oscuros secretos del lugar más feliz del mundo?. Y aunque pudo llegar tarde a la Zona y su pluma era distinta al común denominador, fue una de las últimas personas en saltar a otros medios, tanto así que ya tiene dos libros en el cuerpo, la novela “Happy Hour” y “31”, un compilado con sus mejores columnas y reportajes publicados bajo el seudónimo de Consuelo Aldunate para la Revista Ya (El Mercurio).
Pero el final estaba cerca y, por más que han intentado tirar del chicle, la Zona está con muerte cerebral, esperando que la desconecten, que alguien se apiade de ella y restituya su imagen de un medio escrito por jóvenes para jóvenes que marcó a una generación para bien o para mal.

Friday, May 05, 2006

Metro de Santiago, el mal menor

19:10 horas. Estación Los Leones. Mi acompañante pregunta “¿Esperamos el cambio de tarifa?”, “Ok”. Fuimos a dar una vuelta por el Paseo Las Palmas mientras el tiempo corría y eso implicaba ahorrarse algunos pesos que nunca están demás cuando la cesantía ataca tu presupuesto.
19:30 horas. Estación Los Leones: caos absoluto. Más parecía una sucursal del Banco Estado a las 13:55 horas que el Metro. De hecho, hasta ir al banco es más organizado que tratar de comprar un boleto, cargar la multivía o pasar por el torniquete. Faltaba la voz en off del locutor del Club Hípico que anunciara “Preparados, listos, fuera!”, pero aunque nos comportemos como animales en momentos como ése, la voz del Metro nos anunciaba parsimónicamente “Señores pasajeros, a partir de este momento comienza el horario unitario rebajado”. Todos se amontonan para pasar primero. ¿Cuál es el apuro?. Estoy segura de que, a lo menos, el 90% de los que estábamos allí habíamos hecho hora para pagar menos.
Inocentemente, me abrí paso entre la multitud de empujones y viejas que se me colaron me acerqué al torniquete y al acercar la tarjeta un desagradable pitido anunció “saldo insuficiente”. Plop. Al darme vuelta miré para todos lados y sólo veía mucha gente. Dolor de cabeza. Hambre. Busqué en el caos a los vendedores de boletos que están fuera de la boletería para “evitar” este tipo de atochamientos. Nada. Filas para todos lados. Le pregunté a alguien si en esa fila podía cargar mi tarjeta. Yo creo. Mala respuesta. Esperar. Tratar de mantener la paciencia. Cuando ya faltaban sólo 3 personas para mi turno veo el cartel “¿solo venta de boletos?” Pf.
19:40 horas. Estación Los Leones, andén con dirección a San Pablo. Se detiene el Metro absolutamente repleto. Nadie se baja ni se mueve. Siguiente por favor. Se repite la escena tres veces hasta que se baja una persona que permite que subamos 5. 20:00 horas. Estación Los Héroes, combinación con línea 2. Bajo, aprovecho de respirar un poco y camino hacia el andén siguiente. Llega mi último metro del día. “Señor pasajero, deje bajar antes de subir”. Mientras espero que desciendan los pasajeros, recibo un fuerte empujón. Ya estoy adentro. ¿Les suena conocido?.