HUMAN NATURE

Wednesday, September 28, 2005

Liso y sedoso

Durante la infancia pertenecí a ese grupo de “niñas bien” de pelo liso a la cintura. Tomates o chapes adornaban una larga cabellera castaña (el mito cuenta que cuando pequeña era casi rubia, pero no puedo dar fe de aquello), hasta que me emancipé ya en la adolescencia y comencé a buscar parte de mi identidad en la peluquería.
El gran problema siempre ha sido cómo controlar el volumen y bajo qué técnicas de tortura conseguir domar el pelo “extremadamente liso”. La única solución que me convencía levemente era llevar una melena bajo la oreja, pero con estilo. Era un sistema cuasi militar en donde acudía puntualmente cada cuatro meses “para que no se desarme el corte”, según mi ex estilista de cabecera.
Terminando la enseñanza media la experimentación llegó a la cabeza y, además de incursionar con el casting en tonos ciruela, ébano y uno negro con reflejos morados, se me ocurrió justo ir a mi retoque para la graduación. En ese momento decidí cambiar de salón de belleza.
Pedí datos a amigas de peluqueras confiables y con buena mano (es importante cuidar que el pelo se mantenga en buen estado) y llegué gracias a mi madre donde la única que ha sido capaz hasta el momento de mantener bajo control mi volumen con la magia del entresacado, sin recurrir a demasiados productos capilares que me dejan aterrada ante cualquier probable inflamación.
Desafortunadamente no todo es perfecto. Cada vez que se me ocurre probar con un estilo y le pregunto a la Maggi cómo ha estado, procedo a quitarme los anteojos despejándome el rostro para que ella pueda trabajar. Suena la tireja, la navaja y encuentro mi reflejo miope en el espejo. Corta y corta como si el mundo se fuera a acabar hasta que toma el otro espejo para mostrarme cómo quedó. Mojado se ve bien, estiloso y atrevido. Pero ya una vez en mi casa y seco todo se deforma. Siempre me arrepiento y caigo en mi depresión post peluquería. Me dan ganas de sentarme en la cuneta a llorar, pero no tengo el valor suficiente para salir.
Pinches y moños bienvenidos sean. Todo con tal de disimular el cagaso de turno en la cabeza. Mientras más corto queda, más rebelde se pone. Amanezco todos los días como Ely Guerra, pero cuando crece se pone liso y sedoso, como el de los comerciales de productos para peinar, pero al natural. Y aquí estoy ahora, esperando que crezca.

Thursday, September 15, 2005

3- Ponerle tarifa a mis servicios

Aprobé mi examen de grado hace algunos meses. La verdad es que mi vida continuó igual hasta el día en que no pude seguir usando el pase escolar. Plop. Adiós garantías de la vida estudiantil. Tuve que asumir que soy una cesante más de mi rubro, por eso me da risa cuando la gente habla de sus colegas. Lo encuentro siútico. Es como cuando la gente dice “mi esposo”, “huevón” y tantos otros ejemplos.
Desde que me titulé el cuerpo Artes y Letras de El Mercurio pasó a ser mi esperanza de encontrar un trabajo. En estos momentos me da lo mismo el área, estoy absolutamente dispuesta a transar con mis proyecciones personales en pro de recibir un sueldo a fin de mes que me permita solventar mi existencia y poder ahorrar. Mientras tanto, hago ayudantías en la Escuela de Periodismo de la Unab. Ahí reúno lo equivalente a un sueldo mínimo por ir una vez a la semana. No está mal, pero ya estoy cansándome de ver el SQP y de no hacer nada productivo de lunes a jueves. Al contrario, gasto mis ahorros en esos días saliendo con amigas a tomar café, a un bar, comprando ropa, discos, dvd’s, etc.
Me da entre rabia y risa leer los pocos anuncios relacionados con mis opciones de poder ejercer: “experiencia laboral mínima 3 años”, “profesional titulado, manejo de inglés hablado y escrito, ojalá master, que haga café y saque fotocopias”. ¿Cómo se supone que uno reúne todas esas condiciones si no nos dan la posibilidad a los recién titulados de acumularla?. Si fuera por eso, nadie estaría trabajando. Falta que los empresarios se la jueguen por las nuevas generaciones, por la gente que, si bien no tiene tanta práctica, no está viciado con las mañas que se van adquiriendo en el trabajo.
Otra cosa que me deja intrigada es cuánto poner en “pretensiones de sueldo”. Según mi mamá son muy bajas, que no me aprecio como profesional y bla, bla, bla... Pero es difícil ponerle una tarifa si ni siquiera cumples con el famoso requisito de la experiencia. Me da susto que quien reciba mi currículum vitae me encuentre barsa, sobre todo en esta área, donde hay por lo menos cien “colegas” que están dispuestos a trabajar por menos dinero.
El año pasado tuve acceso a un estudio de remuneraciones, donde me enteré de que lo mejor pagado en mi rubro son los puestos en Departamentos de Comunicaciones o Relaciones Públicas, así que para allá estoy apuntando mis dardos. Ahora me encuentro en la etapa de postular a todo para saber cómo son los procesos de selección de personal con entrevistas psicológicas y todo eso, para ir desarrollando pericia en algo, por el momento.

Monday, September 12, 2005

El nuevo cuento del tío

Alguien llama a tu celular y dice que estás participando por un premio que puede ser desde una estadía paradisíaca en un hotel nacional hasta un millón de pesos. Nunca participaste en nada que se relacione con la tentadora recompensa. Te dicen que es súper fácil ganar y que tienes muchas más probabilidades de ganar que tu supuesto contendor (se supone que siempre compites contra alguien) y para acceder a la prometida recompensa sólo tienes que comprar tarjetas de celular por un valor equivalente a 200 mil pesos o más en una hora y entregarle los códigos secretos a tu interlocutor.
¿Incredulidad o falta de comprensión?. Me sorprende que la gente caiga con un argumento tan básico como este y salga corriendo a un kiosco a comprar las tarjetas para entregarle en bandeja el motín a los delincuentes.
¿Por qué nadie repara que este tipo de concursos es sospechosamente falso y está siendo una posible víctima de estafa telefónica?. Los noticieros han dicho en todos los tonos e idiomas que estas jugarretas tienen por objetivo reunir minutos para usarlos en otro teléfono móvil de prepago (supuestamente es el delito “in” cometidos por presos al interior de las cárceles).
El misterio es de dónde sacan los teléfonos y, en algunos casos, el nombre de pila de la persona para sonar más convincente. ¿Tráfico de bases de datos?. Quizás, porque en oportunidades se presentan como representantes del “banco” y entregan direcciones comerciales (evidentemente falsas) para aquellos más desconfiados que no caen a la primera en la estafa.¿Cuántas veces más habrá que decirle a la gente que denuncie este tipo de llamados para bloquear los equipos desde los cuales se hacen y así detener este tráfico de minutos para celulares?. Hasta que entiendan, lamentablemente.

Wednesday, September 07, 2005

Culebron Wars

Millonarios gastos en spots, avisos en prensa, gigantografías, paletas publicitarias. Todo para capturar audiencia y auspiciadores que solventen la inversión. Unos desean mantener el público conquistado durante el primer semestre, otros intentan revertir fracasos y pérdidas económicas.
Si bien el fenómeno de las teleseries locales partió con “La Madrastra” (Canal 13, 1981) escrita por Arturo Moya Grau y que terminó con un rating histórico de 80 puntos, y es que todo Chile estaba frente a la pantalla para saber quién había matado a Patricia. Según los entendidos en el género de los culebrones, la pelea entre el canal estatal y el del angelito se hizo más fuerte en el 2000 cuando presentaron “Romané” y “Sabor a ti”, respectivamente.
Pero antes esta pelea era poco mediática. Se procedía con el lanzamiento, un evento al que estaba convocada la prensa y ambas producciones salían al aire el mismo día. Así, cada estación televisiva iba anotando el rating online y con esa herramienta se evaluaba cuáles historias generaban más atención del público, para potenciarlas. Algunos repetían el capítulo inicial en horario prime, además del evidente “resumen semanal” para los despistados que no se enteraban de la “nueva versión de la guerra de las teleseries”.
En todos estos años de pelea por el rating ha pasado de todo. Canal 13 tuvo que enfrentar el fracaso de “Piel Canela” y “Corazón Pirata” en el 2001 frente al éxito rotundo de “Amores de Mercado” (Tvn) y cerró su área dramática y su jugada estratégica fue comprar “Betty, la fea” para ponerla al aire en esa franja y le fue bien, aunque esto provocó pataleos de los actores nacionales por la reducción de plazas laborales. Obvio.
En esta pugna entró Mega y con sus miniseries realizadas a una sola cámara y mezclando un elenco de actores profesionales con aficionados, sin que los primeros alegaran. Y “Mitú” se transforma así en el quinto producto hecho por el canal privado. Y le va bien en sintonía. ¿Quién lo diría?.
Un rol fundamental en este marketing lo juegan los actores, que deben asistir a todos los programas de la parrilla de su respectiva casa televisiva y, con su mejor sonrisa participar de aquellos, tragándose algunos speach alternoides como “yo no veo televisión”, “estudié teatro porque soy cool, amo las tablas y jamás me venderé al sistema” para terminar prostituyéndose en la pantalla chica haciendo gimnasia, cocinando y bailando árabe en el matinal, jugando por la tarde a descubra la canción que suena al revés y repitiendo incansablemente “mi personaje se llama...”.Una buena parte de los elencos evita esta forma de marketeo y, cuando participan de él, les cuesta disimular su cara de “lo que hay que hacer por el rating”. Lo mismo digo yo, una espectadora que no tiene tv cable y está condenada a ser testigo de la mítica “guerra de las teleseries”, donde el canal estatal optó por repetir hasta el cansancio los capítulos de “Versus” durante la primera semana. Al final, uno termina viéndola porque se topa con ella a alguna hora del día. Si no es el capítulo es un resumen y si no, el resumen del resumen. Uf. Estoy agotada de tanto ver la transformación de Diego en Iván. Seguiré esperando que parta “Gatas y Tuercas” para ver con cuál de las dos me quedo. El problema es que no me tincan para nada. Plop.

Friday, September 02, 2005

2- Buscar expectativas laborales
Me llamó la Coca para contarme que sigue deprimida (again), que ha logrado invertir sus horarios para dormir de día y estar despierta toda la noche, porque a esa hora no se topa con su madre. Dice tener agresividad contenida y andar irritable. Luego de buscar ayuda en google hizo un test para identificar depresiones. Resumen: mañana tiene cita con un psicólogo que, según sus esperanzas, le dará las herramientas para manejar sus crisis laborales.
Su mamá y la mía son bastante parecidas, mismos caracteres, argumentos y tratando de dirigir las vidas de sus queridas hijas hacia un mundo laboral estable, de oficinista. Fome, pero bien pagado. A medida que me contaba la nueva arista de su rollo existencial yo pensaba ¿en qué momento aprendí a manejar a mi mamá y sus síndromes? No lo recuerdo, sin embargo puedo decir que ya no me molesta. Parece que el haber entregado la tesis la tiene como taza de leche.
A pesar de que está “pasiva” el domingo me dejó un inserto de El Mercurio de la semana pasada encima de mi escritorio. ‘¿Viste lo que te dejé?’ preguntó inocentemente a lo que respondí que sí, pero que no me interesaba. Se quedó callada, aunque presiento que no le agradó mucho la respuesta. ¿Cómo explicarles a los padres que, a medida que transcurre una carrera, uno se va dando cuenta de cuál es el área que le interesa para proyectarse laboralmente?.
Es difícil, porque nuestras madres son técnico-profesionales. Empezaron a trabajar a fines de los ’70, en una época complicada donde había que encontrar un empleo para hacer carrera, pero ahora las cosas ahora son distintas. Uno estudia y se va especializando en ciertas áreas (se supone).
Yo hice el Bachillerato en Humanidades y después entré a Periodismo, porque pensaba que podría transformarme en escritora y, en la carrera me di cuenta de que lo mío mezclaba la escritura y lo audiovisual a la perfección. Fue una locura para mi mamá cuando le dije que mi tesis era un “reportaje audiovisual” y no una “memoria”.
Pero la Coca está convencida de que haber estudiado Diseño Gráfico fue una estupidez, porque nunca logrará el nivel de vida al que anhela trabajando en su área. Entonces sus alternativas son: volver a estudiar otra carrera como Publicidad o Ingeniería Comercial; o, trabajar en cualquier cosa que en que le paguen sus pretensiones de sueldo. ¿Cómo aconsejarla? Si al final el campo laboral en nuestras áreas es tan extraño. ¿Qué decirle a alguien que se ha desilusionado completamente de su futuro laboral y que ha pensado que nada tiene sentido?. Todavía no encuentro la respuesta